Luchar contra la violencia sexual en situaciones de conflicto armado: Entrevista con la Baronesa Anelay de St Johns
La violación en tiempos de guerra, ya sea perpetrada de forma gratuita o utilizada sistemáticamente como un arma de cinismo, es una flagrante violación del derecho internacional que causa daños irreparables de por vida a sus víctimas. La Baronesa Joyce Anelay, Ministra de Estado británica y Representante Especial del Primer Ministro para la prevención de la violencia sexual en situaciones de conflicto armado, dirige la Iniciativa del Reino Unido para prevenir la violencia sexual en situaciones de conflicto armado. Cuando visitó la OSCE en Viena, en julio, presentó dicha iniciativa al Consejo Permanente, al Foro de Cooperación en materia de Seguridad y en una conferencia sobre el modo de poner fin a la violencia contra la mujer.
El Reino Unido marcó un hito en la lucha para poner fin a la violencia sexual en situaciones de conflicto armado, al organizar en 2014 una cumbre mundial en Londres, que dio como resultado la adopción del Protocolo internacional de documentación e investigación de violencia sexual en situaciones de conflicto armado. ¿Por qué ha sido tan importante ese Protocolo?
La importancia del Protocolo reside en que es una guía práctica para las ONG, la sociedad civil y los gobiernos, acerca del modo de recopilar información sobre los delitos que se han cometido. Recogemos esa información de un modo que respeta la sensibilidad de las víctimas, pero que es lo bastante firme para asegurarnos de que tenemos guardadas pruebas que necesitaremos muchos años más tarde, cuando el caso vaya a los tribunales. Por ejemplo, en Siria puede que transcurra mucho tiempo antes de que los que han padecido tanto en manos del Daesh vean que se puede acabar con la impunidad. Pero quiero que estén seguros de que hay un sistema que puede ayudarlos.
Así pues, lo que hemos hecho es elaborar una guía que puede utilizarse en todo el mundo. Se ha traducido a diez idiomas, incluidos el kurdo, el árabe, el albanés, el lingala y el swahili.
El Protocolo ha sido eficaz, por ejemplo, en los Balcanes occidentales, en las zonas que tanto sufrieron durante el conflicto veinte años atrás. Se utilizó para recopilar pruebas que han hecho posible, en primer lugar, persuadir a los gobiernos de que modifiquen sus leyes, de forma que los perpetradores tengan que rendir cuentas. En segundo lugar, ha proporcionado directrices a las ONG acerca del modo de recoger información y de ayudar a las víctimas durante las fases del proceso judicial, si eso es lo que desean. Las víctimas suelen decirme, “no es una cuestión de dinero, ni de compensaciones, ni siquiera de ver como el que me hizo eso va a la cárcel de por vida. Lo que quiero es que me crean”. Pienso que ésa es la dignidad que podemos darles.
Confío también en que el Protocolo dé a las víctimas la seguridad de que pueden contar su historia una sola vez. A menudo, en los sistemas jurídicos de todo el mundo, las víctimas de la violencia sexual se encuentran en una situación lamentable cuando tienen que repetir la misma historia una y otra vez, y dicen: “me siento como si estuviera reviviendo de nuevo el trauma cada día de mi vida”. No podemos consentir que eso suceda.
¿Cómo puede la comunidad internacional ayudar a las víctimas a superar el estigma personal de una violación en tiempos de guerra?
En los dos últimos años hemos trabajado para resolver el problema del estigma, pero este año decidimos centrarnos muy a fondo en ese tema. Recuerdo muy bien que el año pasado, hablando con unas mujeres de Kosovo, una de ellas me dijo: “Yo fui una víctima de la violencia sexual, de múltiples violaciones. Ahora mi vida ha mejorado”. Las palabras que pronunció a continuación me impresionaron. Dijo “mi familia me ha perdonado”. Para mí, eso significaba que seguía sintiéndose culpable, cuando nunca lo había sido”.
Es importante trabajar con las comunidades para que podamos ayudarlas a darse cuenta de que las víctimas, sean hombres, niños, mujeres o niñas, no son algo implícito en la terrible situación de violencia. Hemos de esforzarnos en asegurar que vuelvan a considerarse parte de la comunidad. En una visita que hice al norte de Nigeria, hablé con los que están haciendo campaña en favor del regreso de las niñas de Chibok. Pensar en las mujeres que se han liberado de las garras de Boko Haram y han regresado, y en el estigma al que se enfrentan, hizo que estuviera más decidida que nunca a trabajar con las comunidades de todo el mundo para eliminar ese estigma.
La mejor manera de combatir la violencia sexual en situaciones de conflicto armado es, naturalmente y en primer lugar, impedir que ocurra. ¿Qué medidas pueden adoptarse a ese respecto y qué pueden hacer los militares?
Ante todo, hay que hacer una labor a largo plazo en las comunidades acerca de la percepción de la mujer como tal. Es una cuestión de género, se trata de asegurar que no se considera a la mujer como propiedad de un hombre ni de un grupo, sino como un miembro plenamente funcional de la comunidad, por derecho propio. Ese es un proyecto a largo plazo.
A corto plazo, podemos llevar a cabo actividades de formación para los miembros de las fuerzas militares y de la policía. Podemos formar a los que van a prestar los primeros auxilios para que muestren delicadeza ante el tipo de trauma con que se enfrentan las víctimas y para que velen por que se les preste la ayuda que precisan. Eso incluye también la capacitación del personal de ayuda humanitaria internacional. Hemos mantenido conversaciones fructíferas con el Comité Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, acerca de esas cuestiones. En el Reino Unido contamos con un firme defensor de la Iniciativa para prevenir la violencia sexual en los conflictos, nuestro Ministro de Defensa, General Gordon Messenger. A fines del presente año, nuestras fuerzas desplegadas en ultramar ya habrán recibido formación sobre cuestiones de género en el marco de dicha Iniciativa. También hemos impartido formación de ese tipo a más de 700 peshmerga en el norte de Irak, así como a millares de efectivos en África, con la ayuda de la Unión Africana.
Se trata de una esfera en la que las Naciones Unidas pueden desempeñar un papel aún más destacado. A todos nos han impresionado las acusaciones de abuso y explotación sexual que han sido formuladas contra miembros de las fuerzas de mantenimiento de la paz. Estoy firmemente decidida a que el Reino Unido colabore con las Naciones Unidas en ese ámbito para velar por que en esos casos se aplique tolerancia cero, como dice Ban Ki-moon.
¿Qué papel considera que puede desempeñar la OSCE en la prevención de la violencia sexual en situaciones de conflicto armado?
La OSCE tiene una función determinada que desempeñar. Es una organización regional con gran influencia y puede utilizarla con toda firmeza en defensa de la función de la mujer en la sociedad y de la labor de prevención de la violencia sexual en los conflictos. A fin de cuentas, la resolución 1325 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre la mujer, la paz y la seguridad indica claramente que incluye a organizaciones regionales, entre ellas la OSCE.
Me siento muy esperanzada por las intervenciones realizadas ayer y hoy, así como por los compromisos de los Estados participantes respecto de la función que puede desempeñar la Organización en la práctica, no solo a la hora de estudiar la teoría de lo que hay que hacer, sino también a la de adoptar medidas prácticas sobre lo que puede hacer. La OSCE goza de una excelente reputación en sus misiones de observación. Creo que puede demostrar aún más de lo que lo está haciendo ahora su compromiso de asegurar una verdadera paridad en todos los ámbitos y un respeto absoluto a todas las personas, independientemente de su orientación sexual, su género, sus creencias, y su raza o nacionalidad.
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