El comercio ilegal de objetos y obras de arte nos está esquilmando
Dennis Cosgrove, que dirige la Dependencia de Gestión y Seguridad Fronterizas de la Secretaría de la OSCE, en el marco del Departamento de Amenazas Transnacionales de la Organización, explica por qué el tráfico de bienes culturales es una amenaza para la seguridad que la OSCE puede y debe esforzarse más en combatir.
¿Cuál es el vínculo entre el robo de bienes culturales y la seguridad?
A primera vista, el robo de bienes culturales parece más una especie de boutique para tratantes de arte y personas interesadas en pintura y patrimonio cultural. La forma en que está relacionado con la seguridad o la delincuencia organizada no es evidente, o más bien no lo era hasta que se conocieron los saqueos realizados por organizaciones terroristas como el Daesh.
Mi primer contacto con ese tema fue hace muchos años, cuando estaba trabajando como agente especial del FBI en un caso de robo y contrabando de Rusia a los Estados Unidos. Se trataba de oro y diamantes, que como todo el mundo sabe son muy valiosos, y además había obras de arte. Era la primera vez que actuaba como investigador en ese ámbito y me di cuenta del valor que tienen los objetos y las obras de arte para los delincuentes, y de que tratar de recuperarlos y devolvérselos a sus legítimos dueños no es tarea fácil.
Cuando me incorporé al Equipo de delitos relacionados con el arte del FBI y trabajé en otros casos, aprendí que tampoco es fácil convencer a otros de la importancia que tiene combatir el comercio ilícito de obras de arte. Parte del problema es que existe también un comercio de arte perfectamente legítimo, mientras que, por ejemplo, no existe un comercio de heroína legítimo. Así pues, hay una mezcla de comercio legítimo e ilícito que puede ser muy complicada.
Básicamente, lo que ha ocurrido en el mundo del arte es que el valor de las obras de arte y las antigüedades se ha disparado; los precios, en comparación con los del decenio de 1990, están por las nubes. Eso hace que ese ámbito sea tan tentador, no solo para inversores honestos sino también para delincuentes. Una obra de arte robada puede utilizarse para blanquear dinero, cambiarse por armas o drogas, o emplearse para financiar el terrorismo.
El comercio ilegal de bienes culturales no solo ha florecido sino que a veces está vinculado con el comercio ilegal de armas, la trata de seres humanos y el contrabando de migrantes. La delincuencia organizada está incrementando cada vez más su participación en ese tipo de tráfico. En términos financieros, aunque es difícil hacer una estimación, la mayoría de los estudios sitúan el tráfico ilícito de bienes culturales en segundo lugar después del de armas y drogas.
¿Cómo se puede abordar el problema?
Hay que esforzarse mucho por mejorar el nivel de conocimiento de las personas, especialmente de los agentes de aduanas y los guardias fronterizos. Eso es algo que tuve meridianamente claro cuando celebramos nuestro primer curso práctico de la OSCE sobre la lucha contra el comercio ilícito de bienes culturales, que tuvo lugar en Dushanbe, en julio, y duró una semana. En él participaron diversos organismos de Tayikistán que se ocupan de la delincuencia transfronteriza. Los participantes recibieron enseñanza de expertos de la INTERPOL, de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, de la UNESCO, del Servicio de Aduanas afgano y del Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos. Cada uno de esos organismos aportó algo diferente.
Por ejemplo, contamos con la participación de Konstantinos-Orfeas Sotiriou, un investigador de la Policía Nacional griega y un apasionado arqueólogo, que nos acompañó a museos y yacimientos arqueológicos, y nos explicó que “esas son las cosas que se han de tener en cuenta a la hora de realizar una investigación”. Para algunos de los participantes fue como una especie de despertar. Sin esa capacitación, ni siquiera habrían detectado el más obvio cargamento ilegal de antigüedades. Creo que en el futuro reaccionarán de forma muy distinta cuando se encuentren con una caja de cerámica rota, que parece antigua.
¿Qué están haciendo los organismos internacionales para luchar contra los delitos relacionados con el patrimonio cultural?
Existen acuerdos bien establecidos acerca de la protección de los bienes culturales y la prohibición de su comercio ilícito, como por ejemplo la Convención de la Haya de 1954 para la Protección de los Bienes Culturales en caso de Conflicto Armado y sus dos Protocolos.
Recientemente ha habido algunos intentos de penalizar la destrucción de patrimonio cultural. La Corte Penal Internacional de La Haya dictará sentencia en septiembre sobre el primer caso en que un acusado (el Sr. Al Mahdi) se declaró culpable de la destrucción de monumentos históricos y religiosos en Timbuktu (Mali), considerándolo como un crimen de guerra.
El Consejo de Europa está preparando una nueva convención de derecho penal para combatir el tráfico ilícito de bienes culturales. La OSCE está participando en el proceso y ha facilitado información en algunos ámbitos concretos.
Los museos y la comunidad académica desempeñan un papel importante en la lucha contra ese tráfico ilícito. El Consejo Internacional de Museos cuenta con algunos instrumentos y bases de datos útiles para ayudar a los investigadores, al igual que la Organización Mundial de Aduanas. El pasado abril, en Viena, la Conferencia Internacional sobre la Arqueología del antiguo Oriente Próximo publicó una declaración en la que se alertaba del gran peligro que corre el patrimonio cultural del Oriente Próximo y del Norte de África, y se pedía una cooperación internacional intensiva a todos los niveles.
Sin embargo, en las medidas internacionales hay fallos que deben subsanarse. Por ejemplo, la mayoría de las convenciones de la UNESCO están centradas en los robos a los museos. Lo mismo ocurre con las iniciativas de la Unión Europea y de la Organización Mundial de Aduanas. Hay muchas cosas que la OSCE puede hacer en estrecha colaboración con las demás organizaciones y organismos anteriormente mencionados. La Asamblea Parlamentaria de la OSCE aprobó una resolución sobre protección de los bienes culturales, en su reunión de 2014 en Bakú.
¿Qué papel podría desempeñar la OSCE?
En primer lugar y ante todo, tenemos conocimientos especializados propios en materia de gestión fronteriza, algo esencial para luchar contra el tráfico de bienes culturales. También contamos con una red de puntos de contacto propia, nuestras oficinas sobre el terreno; podemos conectar a personas de diversos organismos en un contexto regional y transfronterizo. En mi opinión eso es ideal.
La lucha contra la delincuencia relacionada con los bienes culturales está vinculada estrechamente con otros aspectos de nuestra labor en el ámbito de las amenazas transnacionales. No se puede considerar independientemente de la lucha contra el tráfico de drogas y armas: sabemos que participan los mismos grupos porque son actividades muy lucrativas.
En la OSCE tenemos una mezcla inusual de países de origen, tránsito y destino. La única manera de abordar el problema del tráfico de bienes culturales es reunir a representantes de diferentes países. Al curso práctico de Dushanbe asistieron funcionarios afganos y tayikos, no hay muchas organizaciones que puedan lograr eso. Involucrar a Afganistán es muy importante porque tiene un grave problema con el contrabando de objetos.
Mantenerse informada acerca de la evolución del comercio ilícito de objetos es un gran reto que la OSCE está preparada para afrontar. No basta con la capacitación; hay que estar al día en todo lo referente a lo que está ocurriendo: las rutas, las personas que participan, los vendedores y los usuarios finales (cosas que siempre están cambiando). Pero no es diferente del tráfico de armas y drogas ni de la trata de seres humanos. En la OSCE poseemos conocimientos especializados, redes y foros en todos esos ámbitos. Por ejemplo, tenemos el foro POLIS para asuntos policiales estratégicos, donde podemos ponernos al día acerca de las últimas tendencias, rutas de tráfico y formas de operar.
Otro ámbito en el que la OSCE tiene experiencia es en trabajar con las comunidades. Las personas locales suelen saber exactamente donde están los lugares que son patrimonio cultural y lo que ocurre en ellos; hay que animarlos a que se decidan a proteger esos lugares.
En cuanto a los conocimientos especializados, somos muy afortunados de que nuestros Estados participantes (Grecia, Turquía, Italia) cuenten con algunos de los mejores expertos del mundo. Italia tiene, sin lugar a dudas, la mejor unidad de investigación del tráfico de bienes culturales del mundo. No andamos escasos de expertos. Confiamos en poder organizar un curso práctico regional para Asia central y otro para la región de los Balcanes occidentales, en el que participarán Bulgaria, Rumania y Turquía. También estamos estudiando futuras colaboraciones con los Socios mediterráneos de la OSCE para la Cooperación.
Aunque poner fin al tráfico ilícito de bienes culturales puede que nunca se convierta en una esfera prioritaria para la OSCE, indudablemente merece ser incluida en nuestra labor de lucha contra las amenazas transnacionales. Como dijo Orfeas en nuestro curso práctico de Dushanbe, si se logra interceptar un envío ilegal de objetos que se van a vender a una organización terrorista, puede que se haya contribuido a evitar un atentado terrorista.
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