Protección del patrimonio cultural de Kosovo: Elementos esenciales para la paz
Por Päivi Nikander y Valerie Zirl
"La cultura está en primera línea del conflicto y debería estar en primera línea de la consolidación de la paz.”- Irina Bokova, Directora General de la UNESCO
El conflicto de Kosovo (1998/99), como muchos otros conflictos armados modernos, fue un enfrentamiento por motivos de identidad, el resultado de una controversia entre grupos sociales formados en una cultura común. Los monumentos culturales y religiosos fueron considerados por ambas partes como símbolos visuales pertenecientes al otro grupo. Centenares de mezquitas y otros lugares religiosos islámicos, bazares históricos, y un gran número de kullas (casas de piedra tradicionales albanesas), así como monumentos religiosos ortodoxos serbios, fueron dañados o destruidos durante el conflicto y después de él. Cuando la violencia interétnica resurgió de modo breve pero intenso en marzo de 2004, iglesias y monasterios ortodoxos serbios situados en diferentes zonas se convirtieron en objetivos de los ataques de grupos violentos albaneses.
Si bien los métodos tradicionales para la resolución de conflictos están diseñados principalmente para resolver diferencias de intereses entre los Estados, los conflictos por motivos de identidad requieren un nuevo enfoque. En Kosovo, la protección del patrimonio cultural tenía que convertirse en un elemento intrínseco del proceso de consolidación de la paz.
Medidas iniciales
Inmediatamente después del conflicto, la comunidad internacional centró sus esfuerzos en la protección física de lugares culturales y religiosos. En 1999, las fuerzas de mantenimiento de la paz de la OTAN protegieron los monasterios ortodoxos serbios más importantes. En 2003, la Misión de las Naciones Unidas en Kosovo (UNMIK) citó la preservación del patrimonio cultural como uno de los objetivos que debían lograr las instituciones provisionales del gobierno autónomo de Kosovo. Alarmada por el recrudecimiento de la violencia étnica en 2004, al año siguiente la comunidad internacional prometió aportar 10 millones de dólares para la protección de lugares declarados patrimonio cultural y religioso, en una conferencia de donantes organizada conjuntamente por la UNESCO, el Consejo de Europa y la Comisión Europea.
En los principios rectores del proceso de elaboración del estatuto de Kosovo, iniciado por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en 2005, se incluyeron salvaguardias para la protección del patrimonio religioso y cultural. La Propuesta integral de Acuerdo sobre el Estatuto de Kosovo de 2007 incluía un anexo con mecanismos de protección. Aunque no se logró la aprobación de la propuesta como tratado de paz, la mayoría de sus disposiciones fueron adoptadas posteriormente, después de que las instituciones de Kosovo declararan unilateralmente la independencia en 2008. Las más importantes eran el establecimiento de zonas de protección especiales alrededor de más de 40 lugares ortodoxos serbios y el establecimiento de un Consejo de Supervisión y Aplicación, una plataforma de diálogo de alto nivel para reunir a los dirigentes de la Iglesia Ortodoxa serbia con el gobierno de Kosovo, a fin de que debatieran cuestiones que afectan a esas zonas.
La OSCE y el Consejo de Europa ayudaron a las instituciones de Kosovo a elaborar el marco jurídico e institucional necesario para la protección del patrimonio. A día de hoy, un representante de la Unión Europea sigue copresidiendo las reuniones del Consejo de Supervisión y Aplicación, mientras que la OSCE proporciona conocimientos técnicos periciales.
De la protección a la reconciliación
Instaurar mecanismos jurídicos e institucionales para proteger los derechos de antiguos adversarios a tener símbolos de su identidad cultural, fue solo un primer paso para la reconciliación en Kosovo. No obstante, incluso ese primer paso requirió un inmenso esfuerzo por parte de los dirigentes de las comunidades y de los artífices de la paz internacionales. Su aplicación efectiva se demoró durante años, obstaculizada por la falta de apoyo político y la escasez de recursos humanos y financieros. La aceptación del proceso por parte de la Iglesia Ortodoxa serbia requirió un amplio apoyo internacional. La protección del patrimonio cultural no fue una cuestión tan fácil de vender.
Aun así, los mecanismos introducidos por la comunidad internacional produjeron avances positivos. Lo importante es que se ha logrado ir más allá de la mera protección de los lugares físicos y se ha iniciado un proceso de diálogo y reconciliación.
Después de que el Consejo de Supervisión y Aplicación empezara a reunirse periódicamente a principios de 2013, los miembros de la Iglesia Ortodoxa serbia incrementaron también su participación en reuniones locales con representantes del gobierno central y del gobierno local. Dirigentes de todas las creencias religiosas de Kosovo iniciaron un proceso de diálogo interétnico, patrocinado por la OSCE, para promover conjuntamente la protección de la libertad religiosa.
Los municipios están asumiendo cada vez más responsabilidades en la tarea de velar por que se respete la ley aplicable en las zonas de protección. Los alcaldes albaneses de Kosovo y los gobiernos locales interactúan cada vez con más frecuencia con las comunidades ortodoxas serbias de sus respectivos municipios. El hecho de que los funcionarios albaneses de Kosovo (alcaldes, ministros e incluso el Presidente) visiten lugares ortodoxos serbios y participen cada vez más en las festividades religiosas de la Iglesia Ortodoxa serbia, es un hito importante para el desarrollo de una relación constructiva entre las comunidades.
Otro avance importante fue que la policía de Kosovo creó una unidad especial entrenada para proteger los lugares más vulnerables y ha asumido la mayoría de las responsabilidades de seguridad de las que se ocupaba la comunidad internacional.
También ha habido retrocesos. El vandalismo y la profanación de iglesias, monasterios y cementerios ortodoxos serbios tienen una importante repercusión en la percepción de la seguridad por parte de la comunidad serbia de Kosovo. Los autores de esos actos de violencia no son más que una pequeña parte de la comunidad albanesa de Kosovo, pero una gran parte de esa comunidad confirmará que nunca recibió una disculpa ni una reparación por la destrucción de los lugares albaneses de Kosovo durante el conflicto. Independientemente de cuáles sean las razones, la comunidad serbia de Kosovo no ve que pueda haber un futuro sostenible para ella si no puede vivir ni expresar sin temor su identidad cultural. Incidentes como la profanación de cementerios ortodoxos en venganza por la demolición de un monumento albanés en Serbia meridional, pintadas amenazadoras en las paredes y las puertas de monasterios ortodoxos serbios o piedras lanzadas contra peregrinos ortodoxos serbios que visitan los lugares religiosos, demuestran claramente la fragilidad de cualquier acercamiento entre las comunidades y la rapidez con la que el patrimonio cultural puede convertirse de nuevo en objetivo de los delitos de odio. Los propietarios de tierras, que están esforzándose por superar la difícil situación económica, no suelen comprender las restricciones de sus derechos de propiedad en las zonas de protección especiales.
De hecho, después de más de 15 años de intervención internacional, hay que seguir esforzándose por asegurar la protección sostenible del patrimonio cultural y por consolidar salvaguardias eficaces para las identidades culturales de Kosovo. El reto sigue siendo transformar lo que se consideraba como símbolos de identidades diferentes en ladrillos para construir puentes entre comunidades divididas.
Participación de la OSCE
La Misión de la OSCE en Kosovo, establecida en 1999 como tercer pilar de la UNMIK y cuyo mandato inicial era crear instituciones democráticas, organismos del Estado de derecho y mecanismos de protección de los derechos humanos después del conflicto, incluye actualmente en sus programas cada vez más iniciativas para proteger el patrimonio religioso y cultural. “Porque la religión es una parte tan importante de la identidad étnica que, aunque el conflicto de Kosovo no fuera religioso sino étnico, muchos de esos lugares religiosos fueron dañados o destruidos en el conflicto y después de él. Por la misma razón, reconstruir y proteger esos lugares es un elemento importante para lograr la reconciliación y una paz duradera”, dice el Jefe de la Misión, Embajador Jean-Claude Schlumberger.
La Misión de la OSCE, junto con un equipo de expertos residentes en su sede de Prishtinë/Priština y en sus oficinas sobre el terreno de todo Kosovo, supervisa lo que sucede en torno a los lugares pertenecientes al patrimonio cultural y, con la información obtenida, apoya la labor del Consejo de Supervisión y Aplicación. También participa en la labor de mediación entre dirigentes políticos y religiosos de las comunidades, respaldando el diálogo y brindando una plataforma neutral para resolver problemas a nivel central y local.
En particular, la Misión anima a las mujeres a que participen en el diálogo entre religiones y en la protección del patrimonio religioso y cultural. Eso no solo les proporciona oportunidades de empleo valiosas, sino que también es necesario para que la consolidación de la paz sea efectiva. Las mujeres que han perdido a sus seres queridos durante el conflicto o que han sido víctimas de la violencia son una parte esencial de todo proceso de paz.
La Misión presta también atención al importante papel que pueden desempeñar los jóvenes en la consolidación de la paz y la tolerancia entre comunidades multiculturales. Mediante concursos de arte como el de fotografía de 2015, se reúne a estudiantes de diferentes comunidades para promover un sentimiento de patrimonio compartido y desmontar estereotipos comunes con respecto a “los otros”. Con ello se complementan los proyectos educativos del Consejo de Europa, de la Unión Europea y de ONG locales como Patrimonio Cultural sin Fronteras. Para los estudiantes que participan en visitas a lugares pertenecientes al patrimonio religioso y cultural suele ser el primer contacto con la cultura de otros grupos étnicos de su inmediata vecindad. Los niños de todas las comunidades que visitan esos lugares de todo Kosovo (con padres que apoyan esas iniciativas) son signos alentadores de que los muros están empezando a derrumbarse.
Vale la pena el esfuerzo
La experiencia de Kosovo demuestra que la protección del patrimonio cultural es un elemento necesario para el proceso de consolidación de la paz tras un conflicto por motivos de identidad, y no solo porque los símbolos culturales se convirtieran en objetivos durante el conflicto. Utilizar de forma proactiva la protección del patrimonio cultural para superar las diferencias étnicas y religiosas es una condición previa necesaria para la paz sostenible en una sociedad cuyos miembros conceden una importancia esencial a elementos de sus identidades culturales.
Mecanismos de protección que den igual importancia al patrimonio religioso y cultural de todas las comunidades probablemente gozarán del apoyo de una gran mayoría de ciudadanos y por tanto serán más eficaces. Si las normas de las zonas de protección especiales de Kosovo se aplicaran también a más de unos cuantos lugares no ortodoxos, a los propietarios de las tierras les sería más difícil culpar a una comunidad concreta del trato injusto y de los impedimentos a su desarrollo socioeconómico.
La gestión del patrimonio cultural debería ir más allá de la simple preservación. También es valiosa para el desarrollo económico local, no solo para estimular el turismo sino también para crear oportunidades de empleo en la restauración, conservación, gestión y promoción de lugares pertenecientes al patrimonio. Si los miembros de todas las comunidades participan en ello y se benefician directamente del proceso, es probable que poco a poco vayan apreciando más el valor del patrimonio cultural, independientemente de su origen étnico o de sus creencias religiosas. Una gestión acertada del patrimonio cultural también tendrá en cuenta a los jóvenes como futuros encargados de su conservación.
A la larga, el patrimonio cultural incluso puede contribuir al desarrollo en Kosovo de una identidad conjunta que deje de lado el origen étnico y las creencias religiosas. En eso, la comunidad internacional tiene una cierta responsabilidad y un poder relativo. Para que los ciudadanos reaccionen positivamente, será esencial que la comunidad internacional reconozca la igualdad y la universalidad del valor del patrimonio de las diferentes comunidades de Kosovo, por ejemplo incluyendo en el Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO lugares que representen el patrimonio cultural de todas las comunidades. Ese reconocimiento internacional podría contribuir a que las comunidades se sintieran orgullosas del patrimonio cultural de Kosovo y finalmente fueran olvidándose de a quién pertenece.
Päivi Nikander es Jefe Adjunto de la Misión de la OSCE en Kosovo. Valerie Zirl fue asesora en asuntos políticos del Jefe de la Misión de la OSCE en Kosovo durante más de cinco años.
Para más información:
El informe de la OSCE 2014 sobre “Retos para la protección del patrimonio cultural inmueble tangible de Kosovo” está disponible en www.osce.org/kosovo/117276 (en albanés, inglés y serbio)
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