La enseñanza es el espacio en el que se negocian las identidades
Cuando Max van der Stoel, el primer Alto Comisionado de la OSCE para las Minorías Nacionales, decidió sintetizar cuatro años de diplomacia entre bambalinas en un conjunto de recomendaciones para los Estados participantes, eligió centrarse en el tema educativo.
Las Recomendaciones de La Haya sobre los Derechos Educativos de las Minorías Nacionales, cuatro páginas cortas más una introducción y una nota explicativa, pretenden, según sus propias palabras “aclarar, en un lenguaje relativamente sencillo, en qué consisten los derechos educativos de las minorías, aplicables de manera general a las situaciones en las que se ve involucrado el ACMN”. Pueden descargarse en: www.osce.org/hcnm/32180
La principal preocupación de Van der Stoel en los años 90 eran las múltiples controversias entre las minorías y los gobiernos centrales de Europa oriental. La Alta Comisionada actual, Astrid Thors, en la apertura de la reunión de expertos que había convocado el pasado abril para celebrar el 20º aniversario de las Recomendaciones de la Haya, habló de la crisis de los refugiados y del resurgimiento del nacionalismo y la xenofobia en Europa. “¿Qué significa hoy para nosotros ese documento?”, preguntó. He aquí algunas de las respuestas de los participantes.
Astrid Thors
Asesoramiento claro y práctico
“En las Recomendaciones de La Haya, Max van der Stoel asesoró de forma clara y práctica a los Estados participantes sobre el modo de organizar la educación de las minorías nacionales. Explicó cómo podía hacerse y, mucho antes que muchos otros, hizo hincapié en la necesidad de descentralizar la enseñanza, para que las escuelas, los padres y la comunidad escolar pudieran hacer valer su opinión acerca de la educación de las minorías. La enseñanza es, en muchos aspectos, el espacio en el que se negocian cuestiones de igualdad e identidad nacional, y el concepto de nacionalidad.
Van der Stoel insistió también en la necesidad de que hubiera un equilibrio entre la integración y la enseñanza en el idioma materno, subrayando que los niños deben tener acceso a enseñanza preescolar y deben adquirir primero un vocabulario más teórico en su lengua materna antes de pasar a otros idiomas. Si no es así, habrá una retracción de la cultura de las minorías.
Las Recomendaciones de La Haya tratan principalmente del idioma de enseñanza. Actualmente, cuando trabajamos en el ámbito de la enseñanza, nos enfrentamos también con el problema de optimizar las escuelas y de velar por que todos los niños reciban una enseñanza de calidad. Vemos que distintos grupos tienen versiones diferentes de la historia y que es muy difícil conciliar esas versiones. Se trata de una cuestión tanto de tolerancia como de idioma de enseñanza. En ese sentido, las Directrices de Liubliana sobre Integración de Sociedades Plurales elaboradas en 2012 por mi predecesor Knut Vollebaek, son un complemento útil de las Recomendaciones de La Haya.
Mirando al futuro, podríamos considerar la posibilidad de elaborar un manual sobre la diversidad en la enseñanza. ¿Por qué un manual? Hasta ahora nos hemos centrado mucho en las leyes. Puede que haya llegado el momento de adoptar un enfoque más metodológico, que tenga en cuenta los múltiples nuevos métodos que se han ido elaborando para acomodar la diversidad en las aulas.
Uno de los problemas que veo es que la enseñanza está definida de forma bastante distinta en los diversos Estados participantes. Algunos están hablando ahora en términos de “resultados del aprendizaje”, es decir, de lo que se espera que los niños hayan aprendido en la escuela. Otros son muy estrictos acerca del contenido exacto de sus libros de texto. Así pues, tenemos una amplia gama de enfoques y eso es algo que también habrá que tener en cuenta en un manual”.
Astrid Thors es la Alta Comisionada de la OSCE para las Minorías Nacionales.
Fernand de Varennes
Un documento sobre derechos humanos
“En las Recomendaciones de La Haya se hizo un planteamiento muy valiente porque en ellas se dijo que ‘un estado, un idioma’ ya no es una respuesta europea adecuada para la diversidad lingüística en Europa. Son un documento acerca de los derechos humanos, una guía de lo que podrían significar los compromisos relativos a los derechos humanos en el ámbito de la enseñanza y del idioma. Como tales, se complementan pero no pueden reemplazarse por las Directrices de Liubliana, que tratan de la elaboración de políticas.
Desde entonces, se han desarrollado algunas herramientas interpretativas que están empezando a explicarnos lo que podrían significar esas normas en términos jurídicos. Por ejemplo, el Comité Asesor del Convenio Marco del Consejo de Europa para la Protección de las Minorías Nacionales, en sus informes sobre los países, tiende a decir que si al menos un 15 por ciento de la población de un determinado territorio comparte el mismo idioma, dicho idioma debería emplearse de algún modo en la enseñanza. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha descubierto recientemente que, en aplicación del derecho a la educación, se ha de dar a toda persona la posibilidad de aprender su idioma nacional. Lo sorprendente es que se trataba de la primera vez que eso se expresaba tan claramente desde el punto de vista jurídico. Por tanto, las cosas están evolucionando y yo diría que en el sentido de reconocer que los derechos educativos de las minorías son en realidad una aplicación de los derechos humanos. Este concepto es muy nuevo y tenemos que ser pacientes. Pero desde luego aún no ha llegado el momento de olvidar las Recomendaciones de La Haya.
En las Recomendaciones de La Haya se observa que los primeros años de enseñanza son de crucial importancia para el desarrollo del niño y se sugiere que el medio de enseñanza en esos primeros años debería ser el idioma del niño. Numerosos estudios académicos, de la UNESCO, e incluso informes del Banco Mundial lo confirman. Los niños que reciben enseñanza en su propio idioma, al menos de los seis a los diez años, adquieren conocimientos y aptitudes de aprendizaje que les permiten aprender mejor otros idiomas. Además, cuanto más se permite a las minorías y a los pueblos autóctonos aprender en su propio idioma, más tiempo permanecen en la escuela. Esos estudios dicen también que, si es razonable y factible, la enseñanza en el idioma de las minorías debe prolongarse más allá de esos primeros años y llegar incluso a la enseñanza universitaria. Así pues, contra toda lógica, la enseñanza en el idioma de las minorías facilita realmente la integración. También hay un aspecto de género: las niñas de grupos autóctonos o de comunidades aisladas podrían no tener prácticamente conocimiento del idioma dominante y por tanto se beneficiarían aún más que los niños de que la enseñanza se impartiera en su lengua materna.
Buena parte de los conflictos étnicos violentos del mundo entrañan cuestiones de idioma. Un ejemplo es el conflicto en la parte meridional de Tailandia con la minoría musulmana malayo parlante, que se cobra anualmente centenares de víctimas. Las escuelas públicas son uno de los principales objetivos.
La enseñanza pública en un idioma minoritario brinda oportunidades de empleo y facilita la integración de las minorías. Negar eso puede ser peligroso y propiciar en cierto modo la exclusión y el aislamiento”.
Fernand de Varennes, destacado experto en derechos humanos de las minorías, es Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Moncton (Canadá) y Profesor Extraordinario del Centro de Derechos Humanos de la Universidad de Pretoria (Sudáfrica).
Sia Spiliopoulou Åkermark
Abriéndose a la diversidad
“El mundo ha cambiado en los 20 años transcurridos desde que se publicaron las Recomendaciones de La Haya. El conocimiento se ha globalizado; las comunicaciones y los negocios ya no conocen fronteras. Me parece fantástico; son tiempos muy complejos desde el punto de vista intelectual. También es peligroso, ya que eso puede ser aprovechado por todo tipo de políticas o intereses financieros unilaterales. Queremos que nuestros hijos sean capaces de adaptarse a ese mundo nuevo e impredecible. Creo que lo que el derecho internacional puede ofrecer en una situación como ésta (y por eso las Recomendaciones de La Haya y las Directrices de Liubliana son tan valiosas) es poner ante todo los intereses del niño.
En las Recomendaciones de la Haya eso quedó plasmado en términos de los derechos de los padres: “Los estados deben adoptar medidas para fomentar la participación y la elección de los padres en el sistema educativo”. Creo que en muchos aspectos es un punto de partida muy razonable, porque el niño necesita un entorno seguro para desarrollarse y ocupar la posición que merece en el futuro. Al mismo tiempo, nuestra forma de pensar ha cambiado en los 20 últimos años. La tendencia actual es considerar que los derechos del niño son lo más importante porque a veces los padres pueden establecer otras prioridades o estar sometidos a otras presiones.
El paradigma del estado nación, creado en el siglo XIX, está siendo sometido a presiones. Aun así, especialmente en Europa, hay una firme tradición de derecho general a la educación y debemos basarnos en dicha tradición. Garantizar el derecho a la educación es responsabilidad del Estado. Debe ampliar sus miras y considerar la educación de los jóvenes como algo que trasciende las fronteras nacionales, étnicas y religiosas.
La diversidad no es una cuestión de elección política; es una realidad. Más pronto o más tarde tendremos que enfrentarnos a ella. La pregunta es: ¿Cómo podemos basarnos en los logros positivos de Europa en materia educativa, añadiendo la diversidad?”
Sia Spiliopoulou Åkermark es Directora y Jefa de Investigación del Instituto para la Paz de las islas Åland, de Finlandia.
Jan de Groof
Abordar en primer lugar la enseñanza
“Max van der Stoel estaba demostrando una gran clarividencia cuando en las Recomendaciones de La Haya escogió centrarse en la enseñanza. A la hora de gestionar la transición de un régimen no democrático a la democracia, hay que abordar en primer lugar la cuestión más delicada y más difícil, que es la enseñanza y las escuelas. En las escuelas hay que implantar la diversidad y entonces tratar de tener éxito como sociedad.
Al mismo tiempo, llegar a un consenso sobre política escolar es muy difícil. Todos los conflictos de la sociedad (culturales, religiosos, lingüísticos y socioeconómicos) se reflejan en la enseñanza.
Por ejemplo, en mi país, Bélgica, era bastante difícil para el Estado reconocer a las tres comunidades lingüísticas: flamenca, francesa y alemana. En los años 50 hubo una guerra de escuelas, un conflicto social entre católicos, masones, el norte y el sur. Finalmente, en 1958 se firmó un pacto. El Estado acordó cofinanciar escuelas confesionales con la condición de que cumplieran las leyes de calidad e igualdad y de que sus profesores tuvieran el diploma oficial requerido. Hasta que no se llegó a ese consenso educativo no se pudieron lograr concesiones en otros ámbitos.
En la Europa actual nos estamos enfrentando a un enorme reto educativo con la llegada de 200.000 niños migrantes. ¿Qué debemos hacer? En primer lugar, aceptarlos y respetar los derechos fundamentales de los refugiados y de los migrantes ilegales. Hemos de reconocer el papel fundamental de la enseñanza para su futuro y también para el de la sociedad.
Podemos considerar eso como una gran oportunidad. Algunos países como Alemania lo están haciendo así. Por ejemplo, en la enseñanza universitaria están creando plazas para estudiantes de forma masiva. Es la única reacción factible, responder con reticencias no es una opción.
¿Serán capaces los Estados europeos de dar una respuesta a las necesidades educativas de los recién llegados? La cuestión es urgente. Tenemos que invertir, crear capacidades, formar a los docentes. De lo contrario se generarán tensiones y frustraciones, y Europa fracasará. Ese será el tema más delicado para Europa en los próximos decenios”.
Jan de Groof es fundador y Presidente de la Asociación Europea para el Derecho y la Política Educativos. Profesor universitario y frecuente consultor de organizaciones internacionales, ha participado en varias misiones diplomáticas del primer Alto Comisionado de la OSCE para las Minorías Nacionales, Max van der Stoel.
Construyendo una Comunidad
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