Mi labor como mediador interno en Irlanda del Norte
Por Gary Mason
Dejen que les cuente la historia real de tres niños que crecieron en los decenios de 1960 y 1970 en el ambiente sectario de la sociedad norirlandesa. Eran niños normales cuyas vidas iban a verse afectadas por un conflicto que no habían provocado. Dos de esos niños asistían juntos a la escuela religiosa los domingos. La madre de uno de ellos era una devota profesora que impartía clases en esa escuela. Fueron también a la misma escuela primaria desde los cuatro hasta los once años, y compartieron enseñanza y sueños. Eran los mejores amigos e iban juntos de casa a la escuela y de la escuela a casa. Ahora uno de ellos está muerto. Lo mataron de un disparo en el momento álgido del conflicto. El otro fue condenado a cadena perpetua y estuvo preso 18 años por asesinato. El tercer niño es el que está escribiendo este artículo.
He contado esa historia en todo el mundo y he reflexionado sobre ella desde distintas perspectivas (teológica, política, sicológica y sociológica). Sigo sin poder explicar por qué no me uní a un grupo paramilitar para defender a mi comunidad del “enemigo” y compartir así el destino de mis amigos de adolescencia. Aún puedo recordar con claridad que una noche estábamos fuera de un edificio cuando varios de mis amigos de la infancia, entonces ya adolescentes, entraron en él y tomaron la fatídica decisión de convertirse en “terroristas”, “paramilitares”, “combatientes por la libertad”. Habría sido muy fácil para mí tomar la misma decisión y adoptar la filosofía de que la violencia era la única forma de defender a mi comunidad. Elegí no participar en la violencia cuando era un muchacho, pero también he elegido seguir siendo desde entonces un amigo crítico y un mediador interno con los violentos.
Legado del conflicto
El Viernes Santo, 10 de abril de 1998, después de 30 años de sangrienta guerra civil, en la que fueron asesinadas más de 3.600 personas, más de 35.000 resultaron heridas y 16.000 fueron acusadas de delitos de terrorismo; y en la que hubo 34.000 tiroteos y 14.000 atentados con bomba (todo ello en una población relativamente pequeña de 1,7 millones de personas), y después de casi dos largos años de conversaciones políticas, las negociaciones dieron como resultado el Acuerdo de Belfast o de “Viernes Santo”. El Acuerdo fue aprobado por los principales partidos políticos nacionalistas norirlandeses y por la mayoría de los partidos unionistas.
Dieciocho años después de la firma del Acuerdo de Viernes Santo, el legado del conflicto sigue ensombreciendo el panorama político de Irlanda del Norte. El panorama posconflicto se caracteriza por el miedo, la incertidumbre, la falta de confianza y la alienación. Muchos miembros de la comunidad lealista/unionista protestante sienten inseguridad e incertidumbre acerca del futuro. En los últimos años, la comunidad republicana nacionalista católica ha tenido una evolución demográfica, cívica, cultural y política que ha sido positiva y que no puede compararse con la de las comunidades de las clases trabajadoras protestantes. Muchas de esas comunidades siguen luchando contra disputas y conflictos fratricidas, desindustrialización, malestar y ambigüedad culturales, y un deterioro continuo de las normas educativas. Con demasiada frecuencia, me encuentro mediando entre facciones que no pueden resolver sus diferencias mediante el diálogo y optan por recurrir a expulsiones de la comunidad o a amenazas de muerte.
Aunque inicialmente el conflicto violento era entre republicanos y lealistas, también hubo luchas fratricidas internas entre grupos individuales. Justo al año y medio de la firma del Acuerdo de Viernes Santo, las tensiones latentes entre grupos paramilitares lealistas estallaron cuando partidarios de la Fuerza Lealista del Ulster (LVF) fueron salvajemente golpeados por el jefe de la Fuerza de Voluntarios del Ulster (UVF), Richard Jameson, y sus hombres, en el club social del Portadown CF, en diciembre de 1999. Miembros de la LVF juraron vengarse y asesinaron a Jameson, iniciando así una cadena de asesinatos que llegó a su punto álgido cuando la UVF utilizó a su organización hermana, el Comando de la Mano Roja (RHC), para asesinar a dos dirigentes de la LVF, Adrian Porter y Stephen Warnock. Fui el responsable de organizar el funeral de Stephen Warnock y se necesitó una intensa labor de mediación para asegurar que transcurriera pacíficamente. Para poner fin al conflicto fueron necesarios cinco años y al menos otros cuatro asesinatos. En febrero de 2006, la Comisión de Supervisión Independiente informó de que por fin había acabado. Junto con un colega, fui uno de los principales mediadores internos que se esforzaron por poner fin a ese derramamiento de sangre.
Amigo crítico
He pasado 28 años de mi vida laboral en el centro de la ciudad de Belfast, nunca a más de 200 metros de una “línea de paz”, las barreras de seguridad masivas que separan a las comunidades católica y protestante. He dedicado un alto porcentaje de mi labor y de mi ministerio a actuar como amigo crítico para aquellos que han empleado la violencia como forma de lograr sus objetivos políticos. Trabajo con la Acción para la Transformación Comunitaria (la Iniciativa ACT), a través de la cual miembros de la UVF y del RHC pueden demostrar su transformación y su actitud ciudadana positiva.
La Iniciativa ACT es un programa voluntario de transformación después de un conflicto que ayuda a antiguos miembros de la UVF y del RHC en su transición del conflicto a la paz. Comprende tres fases: La fase de transición brinda a los voluntarios un entorno de formación seguro, confortable y propicio para el aprendizaje. Los cursos prácticos se centran en las experiencias que han vivido y subrayan la importancia de escuchar, comunicarse y ser responsable. Los participantes debaten acerca de lo que es necesario o de lo que ha cambiado en sus vidas (como personas individuales o como grupo), en nuestras comunidades y en la sociedad. La profunda comprensión y la conciencia crítica que eso genera los prepara para participar de forma más constructiva en sus comunidades.
La segunda fase, la fase operativa, conecta a los voluntarios con organizaciones y redes de desarrollo comunitario. La distribución de funciones dirigentes es un concepto esencial en esa fase. Ese principio reconoce la diversidad de aptitudes y conocimientos especializados, y alienta a compartir la responsabilidad y el compromiso, en beneficio del desarrollo comunitario.
La tercera fase introduce más profundamente a los voluntarios en la participación cívica, haciendo hincapié en la ciudadanía activa y positiva. Se les anima a ser más representativos y colaboradores en sus respectivas comunidades (a participar políticamente, a sumarse a grupos conjuntos de residentes, a foros, a sociedades históricas y culturales, o a cualesquiera agrupación que sea relevante para sus comunidades).
Mediante esas tres fases, la Iniciativa ACT demuestra en qué consiste la transformación y la ciudadanía, y promueve la colaboración con todos los elementos de la sociedad cívica. En resumen, es un modelo de politización que ayuda a la reinserción de excombatientes, en asociación con amigos críticos y con la comunidad en su conjunto.
En el tenso y frágil contexto de la Irlanda del Norte posconflicto, la contribución positiva de los exparamilitares parece que pasa desapercibida. Con su exhaustiva cobertura de la participación de esos grupos en la violencia, los medios informativos nos han dejado un estereotipo que ofrece poco margen para el tipo de viaje hacia la paz que han emprendido muchos de esos hombres. Además, como se puede considerar que lo que hacen está incluido en la cobertura política, su participación no forma parte de la historia oficial. Aun así, mediante la Iniciativa ACT, miembros de la UVF y del RHC se están transformando de excombatientes en ciudadanos activos, y están contribuyendo positivamente al mantenimiento de la paz en las comunidades de las clases trabajadoras protestantes.
Mi papel como mediador interno es inusual para un clérigo, y a menudo me preguntan si la iglesia debería dialogar con esos hombres violentos. Creo firmemente que actuar como amigo crítico para mi comunidad, ser un mediador cuando la violencia amenaza con aplastarnos, es la tarea de mi vida. Mi papel ha sido: intervención pero no respaldo. Mi vida se ha visto afectada por un conflicto que no contribuí a crear y por formas de violencia que no respaldo. Pero también se ha transformado gracias a un ministerio que me mantiene conectado con la comunidad en la que me formé y en contacto con el tipo de hombre que yo podría haber sido.
El Rev. Dr. Gary Mason, un destacado mediador interno norirlandés, forma parte de la Junta de la Iniciativa ACT, preside Northern Ireland Alternatives, un importante programa de justicia reparadora, y es el Director de Rethinking Conflict, una ONG con sede en Belfast.
Más información:
“Desarmando a los grupos militares desde dentro: Consolidar el apoyo a la paz entre combatientes en Irlanda del Norte” por Benedetta Berti, Ariel Heifetz Knobel y Gary Mason, en: Negotiations in Times of Conflict (Tel Aviv: Instituto de Estudios de Seguridad Nacional, 2015).
Iniciativa Acción para la Transformación Comunitaria (ACT Initiative): www.act-ni.co.uk
Construyendo una Comunidad
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