Hacia una comunidad de seguridad para el siglo XXI
Por Marc Perrin de Brichambaut, Secretario General de la OSCE
La seguridad es un concepto complejo y puede enfocarse de distintas formas. A un nivel básico podría consistir en sentirse seguro en la propia casa, empezando por que se tenga una casa. También podría significar tener confianza en el gobierno en los tratos cotidianos con la burocracia. La seguridad comienza por la sostenibilidad de los recursos y por la disponibilidad de oportunidades, de educación o de trabajo, independientemente del género, la religión o el origen étnico. Tiene sus raíces en la inviolabilidad de los derechos y en la creencia de que existen los recursos adecuados si se violan esos derechos.
La seguridad consiste también en estar relativamente seguro de que el mañana no será muy diferente del hoy. La seguridad entre Estados está también enraizada en la necesidad de estabilidad y confianza: requiere confianza.
Mediante la cooperación, la OSCE fomenta la confianza en su región, que está formada por 56 Estados participantes, incluidos Canadá, Estados Unidos y los países de la Unión Europea, de Europa sudoriental, del Cáucaso, la Federación de Rusia y la CEI. Nuestro empeño comenzó por una conferencia que actuaba como puente entre el Este y el Oeste en el momento álgido de la Guerra Fría, y actualmente trabaja mediante el diálogo y los proyectos sobre el terreno en esferas que van desde el control de armamentos, la gestión de fronteras, la reforma policial, las elecciones, la libertad de los medios informativos y el medio ambiente, hasta la lucha contra la trata de seres humanos, el terrorismo, la promoción de los derechos de las minorías y la tolerancia.
La OSCE no es la única organización internacional que se ocupa de esas cuestiones, mancomunamos recursos con otras instituciones y complementamos sus esfuerzos. Pero nuestra Organización es única porque aborda todas esas esferas y algunas más, mediante una serie de compromisos compartidos por todos los Estados participantes, como aspectos de nuestra seguridad común.
Los 56 Estados participantes se reunirán al más alto nivel en Astana los días 1 y 2 de diciembre. Se trata de la primera reunión de Jefes de Estado, países socios y organizaciones internacionales y regionales que se celebra desde la Cumbre de Estambul de la OSCE de 1999.
¿Qué está en juego? Los Jefes de Estado se reúnen periódicamente, en diferentes formatos y de modo regular. Justo antes de la Cumbre de Astana habrá una Cumbre del Consejo Rusia-OTAN en Lisboa y poco después los dirigentes de Rusia y de la Unión Europea se reunirán también en Bruselas. ¿Qué importancia puede tener que la OSCE celebre su primera Cumbre en más de un decenio?
Las decisiones de la OSCE se adoptan por consenso y lograr que 56 Estados se pongan de acuerdo para celebrar una cumbre no es tarea fácil. El simple hecho de que se estén reuniendo al más alto nivel ya es un éxito. El que tantos dirigentes mundiales quieran venir a Astana es una honesta admisión de que hay problemas urgentes que nuestros países deben resolver -desde las amenazas transnacionales como el terrorismo y la trata, hasta los conflictos prolongados en nuestra región y la situación en Afganistán- y también un reconocimiento de que la OSCE es el foro idóneo para esas conversaciones.
Pero la Cumbre es también una muestra de esperanza, de la convicción compartida de que vale la pena reunirse para hallar un camino a seguir y esforzarse por algo más que mantener el statu quo. Es cierto que el statu quo es un logro importante ya que muchos de nuestros Estados gozan de un nivel de seguridad que habría sido inimaginable 20 años atrás. Pero la crisis de Kirguistán ha demostrado claramente que nuestra labor aún no ha concluido y que tenemos la responsabilidad colectiva de hacer las cosas mejor.
La Cumbre de la OSCE representa ante todo una oportunidad para tratar de crear una comunidad de seguridad integradora, que abarque a todos nuestros pueblos y Estados y que no deje zonas de contención en las que puedan enconarse y desarrollarse nuevas amenazas. Las cumbres de la OTAN y de la UE con Rusia son partes esenciales de nuestro diálogo regional ininterrumpido sobre la seguridad, y confío en que la Cumbre de la OSCE en Astana podrá basarse en los resultados positivos obtenidos en Lisboa y contribuir a crear una atmósfera constructiva en Bruselas.
Lo que sólo la OSCE es capaz de ofrecer es un foro de iguales, no una reunión de partes o de bloques, sino de países con perspectivas y objetivos diferentes que, sin embargo, están deseosos de reemplazar la desconfianza mutua por la confianza, y de emprender la ardua tarea de construir una comunidad de seguridad más capaz para el siglo XXI.