Un Pueblo Universal
Albert Einstein dijo: “Lo único realmente valioso es la intuición”.
La intuición es la esencia de la presente historia, que se desarrolla en Riace, en la Italia meridional. Riace es un pueblecito medieval situado en la costa jónica de Calabria, conocido sobre todo por el descubrimiento en 1972 de dos estatuas de bronce antiguas, que fueron bautizadas con su nombre. Domenico Lucano ha sido alcalde de Riace desde 2004 y su intuición es lo que ha cambiado radicalmente el pueblo.
Al Sr. Lucano se le ocurrió la idea como respuesta a dos fenómenos: el primero, el aumento del número de migrantes que llegaban a las costas italianas; y el segundo, la dramática despoblación de su pueblo en los últimos decenios. En la década de 1990, solo quedaban en Riace doscientos habitantes y su promedio de edad hacía presagiar que pronto estaría completamente abandonado. En la llegada de migrantes el Sr. Lucano vio la oportunidad de rejuvenecer y revitalizar su pueblo.
Actualmente viven en Riace unas 2.800 personas procedentes de 20 países distintos, y el pueblo ha sido reconocido en todo el mundo como un modelo de integración de migrantes y solicitantes de asilo. Las políticas de Lucano también han demostrado su eficacia en lo relativo a la renovación urbana y al desarrollo socioeconómico.
En 2016, tras 13 años en el cargo, Domenico Lucano fue incluido por la revista Fortune en la lista de los 50 líderes más influyentes del mundo. El Papa Francisco lo felicitó personalmente por sus políticas y apareció en el documental de Wim Wenders “The voice” (“La voz”). En opinión del cineasta alemán, la caída de los muros de Riace era más importante que la caída del Muro de Berlín.
¿Cómo es posible que una intuición, que el Sr. Lucano describe como la visión de “una normalidad utópica”, tenga tanta repercusión? Todo empezó el 1 de julio de 1988, cuando 300 kurdos llegaron a la costa de Riace. EL Sr. Lucano fundó la asociación Città Futura (“ciudad del futuro”) y empezó a integrar a esos migrantes en la comunidad, utilizando para ello espacios abandonados y ocupándose de darles trabajo y oportunidades de aprender italiano. En 2006, el pueblo recibió fondos del gobierno regional e inició un programa de renovación urbana. Se renovaron casas y comercios abandonados para que los ocuparan los recién llegados y se crearon espacios verdes. También se implantó un amplio sistema de reciclado, algo que hasta entonces no había sido práctica usual en muchos lugares de Italia meridional.
El gobierno nacional paga de 30 a 35 euros diarios por migrante a las autoridades municipales, que se encargan de proporcionarles alojamiento, asistencia jurídica, educación básica y un puesto de trabajo. Gracias a otros subsidios y contribuciones sociales, ha empezado a florecer en Riace una economía de talleres de artesanía.
Ese enfoque ha demostrado ser beneficioso tanto para los recién llegados como para la comunidad de acogida. También ha tenido un coste económico mucho más bajo para los contribuyentes italianos que alojar a los migrantes en refugios colectivos. De hecho, la gestión de los refugios públicos colectivos le cuesta al gobierno 70 euros diarios por cada migrante y en esos centros no suelen darse condiciones de vida aceptables. Además, el “modelo Riace” significa que los migrantes se integran en un tejido social que los necesita y en el que pueden desarrollar su potencial y hacer una contribución positiva a su nueva comunidad. Según dice el alcalde, “es un enfoque que no tiene nada que ver con la política” y que ha sido aceptado por la población local. Superadas las dudas iniciales, la comunidad se ha convertido en una parte esencial del proceso de integración. En cuanto a los recién llegados, muchos deciden incluso permanecer allí una vez finalizado el programa de asistencia que se les aplica tras obtener el visado o el estatuto de refugiado. Baharam, por ejemplo, llegó en 1998, y hoy es ciudadano italiano y carpintero. Dice que se siente “como en casa”, porque las colinas de Riace le recuerdan también al Kurdistán.
Issa, que ha vivido en Calabria más de diez años después de abandonar Afganistán, hace objetos de cerámica y ayuda a su familia que vive en su país de origen.
Sami huyó de la guerra civil de Eritrea y pasó cinco años de su vida en una cárcel libia. Aún no ha recobrado su sonrisa pero ahora se considera un hombre libre.
Daniel procede de Ghana y trabaja en una cooperativa que se ocupa del reciclado de residuos, es padre de dos hijos.
Aregu, una refugiada política eritrea, trabaja en una cristalería y logró que su hijo se reuniera con ella en Italia tras cuatro años de separación. Hay otras personas que no pueden encontrar trabajo pero que pueden permanecer allí gracias a la generosidad de esa comunidad.
Entre los habitantes locales, muchos han encontrado una especie de redención en esos esfuerzos de integración comunitarios. Por ejemplo, Biase es un hombre callado e introvertido, que habla sobre todo con sus burros. Tras años de explotación y marginación, ahora se encarga de la recogida de residuos reciclables de puerta en puerta. Maria Grazia imparte enseñanza en la única escuela del pueblo, que habría cerrado sus puertas de no haber llegado niños extranjeros.
Y sin embargo, Riace no es un modelo perfecto. El área circundante, como la mayor parte de la Italia meridional, se enfrenta a retos graves y complejos, desde los elevados índices de desempleo y el estancamiento económico, hasta la delincuencia organizada. Por eso, muchos migrantes abandonan Riace tras obtener permisos de residencia y otros documentos, para dirigirse a regiones más prósperas del norte de Italia y Europa.
Riace fue fundado en el siglo XVI para repeler a los invasores que llegaban por mar. Hoy, ese mismo mar ha convertido un pueblo abandonado en un pueblo universal. La vida de ese pueblo, cuyos santos patrones son dos doctores de origen árabe, Cosma y Maniano, ha recibido un nuevo impulso.
Los centros pequeños, como Riace, tienen límites estructurales, debido sobre todo a su tamaño. Aun así, ese ejemplo fue fundamental en la creación de una red nacional para la recepción de migrantes. La red está formada por más de un millar de autoridades locales de pueblos pequeños y hasta la fecha ha prestado ayuda a más de 25.000 personas, demostrando así que el “modelo Riace” se puede replicar. Sin embargo, para poderlo aplicar a zonas urbanas e industrializadas de Europa se necesitará algo más. Quizá otra intuición.
Escrito por Lorenzo Foti
Lorenzo Foti es un periodista italiano autónomo y experto en relaciones con los medios informativos, que trabaja en diversas esferas, como cultura, innovación y asuntos sociales
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