2024: un año trascendental para la observación electoral
En 2024, casi la mitad de la población mundial podrá votar en las elecciones que se celebrarán en más de 50 países.
¿Por qué son tan importantes? ¿Y cómo podemos asegurarnos de que las elecciones que se celebren este año sean limpias?
Las elecciones democráticas son el momento en que nuestros derechos civiles y políticos pasan a primer plano, desempeñando un papel decisivo en la elección de nuestros gobiernos.
Está demostrado que el aumento de las prácticas democráticas en todo el mundo ha contribuido a reducir las guerras y los conflictos. Pero como vemos a diario, esta tendencia no es irreversible. La democracia no puede darse por sentada ni en los países donde apenas empieza su andadura, ni en aquellos con tradiciones democráticas que se remontan a décadas o incluso siglos.
Por supuesto, el hecho de que un gobierno sea elegido democráticamente no garantiza de por sí que cumpla con sus ciudadanos. Sin embargo, unas elecciones periódicas y democráticas dan a estos la posibilidad de cambiar de rumbo si lo ven necesario. De este modo, las elecciones brindan a los ciudadanos la oportunidad de hacer que los gobiernos rindan cuentas tanto de sus promesas como de sus acciones.
Esto en cuanto a las elecciones en sí. Pero ¿por qué observarlas?
La observación electoral es una herramienta potente para reforzar el proceso democrático, ayudar a que las elecciones cumplan las normas democráticas internacionales y garantizar que los votantes se sientan seguros y puedan emitir su voto en secreto.
La observación internacional ofrece una evaluación imparcial, independiente y objetiva de la aplicación de las normas y prácticas electorales. Examina todos los aspectos del proceso, desde el marco jurídico hasta la igualdad de acceso a los medios de comunicación y el derecho a la protesta pacífica, pasando por el registro de votantes y candidatos.
Tengo el privilegio de dirigir la Oficina de Instituciones Democráticas y Derechos Humanos de la OSCE (OIDDH), que trabaja para fortalecer la democracia y los derechos humanos en toda la vasta región de la OSCE. La integridad de nuestra labor de observación electoral está mundialmente reconocida, y podría tener una repercusión especial este año, ya que casi la mitad de las elecciones que se celebran en todo el mundo van a tener lugar en la región de la OSCE.
Los 57 países de la OSCE han reconocido el importante papel de las elecciones democráticas para garantizar la seguridad y la estabilidad a largo plazo. Y en los últimos 30 años, la OIDDH ha observado más de 400 elecciones, con decenas de miles de observadores y cientos de informes analíticos detallados para contribuir a mejorar los procesos electorales.
El papel de la OIDDH no consiste en «juzgar» las elecciones, ya que esto corresponde a las instituciones nacionales de cada país y a sus ciudadanos. Pero la observación proporciona un nivel adicional de transparencia, escrutinio y responsabilidad pública.
La observación nunca ha sido una tarea fácil. Además, hoy hay nuevos retos que quizá sean sintomáticos del estado actual de la democracia en todo el mundo.
Uno de ellos es la creciente reticencia de algunos países a invitar a observadores. Como comunidad de Estados que ha reconocido las elecciones democráticas como pieza clave de la seguridad a largo plazo, todos los Estados de la OSCE se han comprometido a invitar a observadores internacionales de otros países de la OSCE. Durante muchos años, este ha sido el caso tanto en la teoría como en la práctica. Pero ahora, el compromiso de ser transparentes y celebrar elecciones que puedan calificarse de legítimas o democráticas parece tener menos importancia para algunos países.
Y seamos claros: privar a cualquier país de la evaluación exhaustiva, objetiva y transparente que ofrecen los observadores imparciales puede, en última instancia, perjudicar enormemente a sus ciudadanos, sus instituciones y su futuro democrático colectivo.
Nuestro mundo, cada vez más digitalizado, plantea nuevos retos para los gobiernos que quieren celebrar elecciones democráticas, para los votantes y para los observadores. Uno de ellos es la desinformación selectiva que se realiza para engañar a los votantes o simplemente confundirlos. Otro es el uso de las nuevas tecnologías, que de por sí pueden contribuir enormemente a que la votación sea más fácil, rápida y segura; pero que deben introducirse con cuidado, tanto para garantizar su funcionamiento como para que gocen de la confianza del público.
La confianza es clave en cualquier elección. Si los votantes no confían en el resultado, todo el proceso se ve socavado, lo que puede llevar a un ciclo interminable de nuevas elecciones o incluso a un malestar social que puede desembocar en violencia. Y aquí volvemos a la observación: al contribuir a aumentar la confianza de los ciudadanos en la integridad del proceso electoral, la observación electoral también fomenta la confianza en los representantes electos y en las instituciones democráticas.
Estos son retos, no sólo para el ámbito electoral, sino también para nuestras instituciones democráticas y el Estado de Derecho, y hacen que la observación de buena fe sea aún más importante.
Hoy somos testigos de duras pruebas para nuestras democracias y para el respeto de los derechos humanos, cuya universalidad ha sido aceptada durante tanto tiempo y en tantos lugares (aunque nunca lo suficiente).
Cada vez se oye más el argumento de que la acción centralizada del gobierno es más eficaz para hacer frente a las amenazas a la seguridad y a los problemas sociales que el debate democrático. Pero este planteamiento conlleva invariablemente una disminución del respeto por los derechos humanos, las libertades civiles, la libertad de los medios de comunicación, la libertad de expresión o el derecho a participar en las elecciones. A largo plazo, este tipo de represión no puede aportar estabilidad ni seguridad.
La gran mayoría de los países con los que trabajamos aprecian nuestra observación y asistencia electoral. Pero en una época de compromiso incierto con las normas democráticas, la necesidad de comprender y apoyar esta labor es más necesaria que nunca.
Todos tenemos deberes que hacer. Y la observación electoral nos ayudará a seguir haciéndolos.
This post was first published by EU Observer.