El urbanismo, un proceso político
El mundo actual se caracteriza por una urbanización cada vez más rápida. ¿De qué manera pueden colaborar los gobiernos nacionales y locales para gestionarla?
Los gobiernos centrales desempeñan una función importante en la gestión de un proceso de urbanización que todavía no se comprende plenamente. En general, la tendencia ha sido delegar responsabilidades en el gobierno local. Sin embargo, especialmente en países que crecen muy deprisa, tenemos que entender que la planificación urbana es una función pública: exige un marco normativo y regulatorio propio, que debe dimanar del marco jurídico del país.
La urbanización es un proceso político y colectivo, que abarca muchos intereses opuestos entre sí; genera mucho valor, y todos conocemos los peligros de la corrupción. No se puede esperar una urbanización correcta sin los controles adecuados, sin una responsabilidad pública en un sistema transparente; un sistema democrático, me atrevería a decir. Esto es algo que debe estar regulado por ley, y está sobre todo en manos del gobierno central y del parlamento.
Por supuesto, es necesario que haya una cooperación sólida, y que se deleguen poderes en las autoridades locales. Pero si examinamos los casos de urbanización catastrófica que vemos en muchos países y tratamos de estudiar las causas, lo que suele saltar a la vista en seguida es la debilidad del marco legislativo. También hay otros motivos: diseño y planificación deficientes y un respaldo financiero insuficiente. Pero lo principal es la voluntad del gobierno central de dirigir de manera sistemática la urbanización. Las abejas construyen sus asentamientos por instinto, pero nosotros edificamos los nuestros por consenso político y mediante acuerdos. Por tanto, la legislación, las normas y los reglamentos tienen una importancia clave para que la urbanización sea correcta y viable a largo plazo.
En la Conferencia Habitat III en Quito (Ecuador) en octubre de 2016, las Naciones Unidas adoptaron la Nueva Agenda Urbana. ¿Cuáles son las transformaciones que espera que tengan lugar como resultado?
La Nueva Agenda Urbana es el resultado de dos años de elaboración de un proceso gigantesco de consultas. Creo que nos gustaría que, como resultado de ello, surgiera una nueva mentalización acerca de la función estratégica que desempeña el urbanismo en la sociedad moderna, y que se asignen responsabilidades auténticas a la hora de abordar la cuestión y solucionar los problemas. Brinda orientación a los gobiernos nacionales y locales para que planifiquen y construyan ciudades y asentamientos humanos más seguros, más integradores, adaptables y viables a largo plazo.
¿Considera que una organización regional como lo es la OSCE puede jugar algún papel?
Sí, en la medida en que dedique su atención a la paz y a la seguridad en la región, lo que en sí mismo ya es un proceso de transformación. Por ejemplo, tenemos el envejecimiento de la población. La presión migratoria es un hecho muy importante en la región, y requiere la renovación de las ideas relativas al urbanismo, sobre la forma de integrar debidamente a los migrantes. También está el reto de ayudar a otros países fuera de la región a conseguir sus objetivos en materia de desarrollo. Vivimos en un mundo interconectado y no podemos pretender solucionar nuestros problemas de manera aislada. A todos se nos pide que seamos cosmopolitas, y no solamente localistas.
Lo que vemos aquí, en nuestras ciudades europeas, no es la realidad que hay en el mundo. Y esto es un reto para la región. Olvidar lo que está sucediendo en el resto del mundo puede ser una actitud incorrecta. Globalmente, estamos presenciando una transición fundamental de las economías industriales a otras postindustriales. Tenemos que afrontar con los ojos abiertos la transformación social estratégica que tendrá lugar en las próximas décadas. Esto sucede al mismo tiempo que los diversos conflictos regionales que estamos viendo. No hay otra forma de enfocar la realidad que abarcando toda su complejidad, teniendo en cuenta la diversidad completa de las cuestiones opuestas entre sí.
Vivimos en una zona del mundo que es próspera, y por tanto tenemos una responsabilidad adicional. Tomemos, por ejemplo, a la sociedad austríaca, y concretamente en Viena. Históricamente ha desempeñado funciones que han ido cambiando en el mundo. Ha sido la capital de un imperio, que desapareció; en la Segunda Guerra Mundial la ciudad sufrió graves destrozos, y ahora se ha recuperado y se ha desarrollado como parte de un Estado del bienestar, que sirve como magnífico ejemplo. Si examinan la política de vivienda del país, y especialmente de esta ciudad, verán un excelente ejemplo de integración. Viena ha conseguido una calidad de vida elevada al combinar excelentes políticas del gobierno central, que aseguran el bienestar de los ciudadanos, y políticas locales correctas. Este es el tipo de combinación que da buenos resultados. No se pueden obtener resultados buenos si falta el gobierno central, especialmente en lo relativo a la seguridad, la enseñanza y la sanidad, que influyen en la calidad de vida de los ciudadanos.
Es usted exalcalde de una ciudad importante, Barcelona. ¿Qué es lo que ha trasladado de esa experiencia a su labor actual?
Tuve la suerte de encontrarme en Barcelona durante el proceso de democratización después de la dictadura de Franco. Ese proceso comenzó en 1975 y, a partir de 1982, no solamente tuvimos democracia, sino también una gran evolución del Estado del bienestar en España, con una sanidad y una educación universales. Por ende, en Barcelona tuvieron lugar los preparativos para acoger los Juegos Olímpicos en 1992, que se vieron como una oportunidad para cambiar el carácter de la ciudad. Barcelona era una ciudad industrial que, de pronto, dejó de ser competitiva a principios de la década de los setenta debido a la crisis del petróleo, que causó un alto índice de desempleo. Gracias a la democracia y a un sólido régimen de asociación entre la población y el gobierno central, pudimos elaborar una estrategia a largo plazo para transformar la ciudad. Esto no sucedió por casualidad, sino trabajando muy duro.
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