De la radicalización al terrorismo: Qué podemos hacer? Desarmar prestando ayuda
Las noticias de jóvenes radicalizados que tienden a la violencia llegan generalmente a oídos de la opinión pública solo cuando se informa de que han viajado a Siria e Irak para combatir o cuando se publican videos que circulan durante algunos días en Internet. El impacto es enorme y las biografías de esos hombres y mujeres se repasan buscando pruebas que apunten a posibles causas. Como respuesta, esos hombres y mujeres culpan a menudo a la sociedad. Aunque es difícil justificar esa recriminación, debemos admitir que como sociedad no estamos completamente exentos de responsabilidad ante el hecho de que esas personas han fallado. La experiencia que hemos ido acumulando en 180° Wende lo corrobora.
Cuando los maestros de escuela reaccionan ante las opiniones extremistas que expresan sus alumnos, aun tratándose de conversaciones informales, y lo hacen amenazándoles con la expulsión (amenaza que en muchos casos se suele poner en práctica), hemos de considerarlo como un fracaso de la sociedad. Abordar el fenómeno de la radicalización violenta en el plano institucional constituye sin duda un gran desafío, pero la expulsión del colegio es la peor de las alternativas. Con ello se reducen las perspectivas laborales, se echa leña al proceso de radicalización y los jóvenes simpatizantes pueden caer en manos de grupos extremistas violentos. Una de las conclusiones principales a las que ha llegado la investigación del extremismo es que cuando los jóvenes reciben un reconocimiento por su trabajo, por la sociedad, la familia o los amigos, hay muchas más probabilidades de que no tiendan a defender ideas extremistas o la idea de que la violencia puede estar justificada.
Debemos comprender mejor los procesos de radicalización y sus causas. Entenderlos no tiene por qué significar que abordemos su ideología como si de un eufemismo se tratara. Pero sí nos ayudará a atajar mejor un fenómeno de esas características. La experiencia que hemos ido acumulando sobre el terreno nos ha enseñado que para esta labor se necesitan sensibilidad y tacto, y que se ha de llevar a cabo con sinceridad y autenticidad.
La historia que a continuación se expone sobre un joven que nuestra red consiguió sacar de la calle muestra claramente hasta dónde podemos, como miembros de la sociedad, ayudar a una persona y evitar una situación problemática. Se trata de un joven de poco más de veinte años, hijo de una mujer soltera. Para mantener el anonimato lo llamaremos Mustafá. Un asesor de 180° Wende lo encontró en el metro y le preguntó cómo estaba. Solamente se conocían de paso, pero como el asesor se sentía responsable de los jóvenes de su distrito y trabajaba activamente en la calle, quiso informarse sobre la situación del joven. Mustafá estaba frustrado, totalmente destrozado. Durante la conversación solo repetía el discurso del “choque de las civilizaciones” diciendo: “¡No quieren que encontremos ningún trabajo! No quieren que lo logremos”.
Le invitamos a que viniera a nuestro centro. Cuando escribió su currículum nos dimos cuenta de las deficiencias. El joven llevaba tras de sí una odisea que había durado dos años: después de haberse presentado a varios empleos y haber trabajado de becario en tres empresas, que lo “pescaron” prometiéndole un empleo, decidió probar suerte en la marina. Lejos de su familia y sus amigos fue víctima de acosos constantes por parte de sus compañeros. En numerosas ocasiones se encontró en la basura la estera para rezar que su madre le había regalado y que tenía un significado más simbólico que religioso. Constantemente tenía que escuchar insultos, lo llamaban “camellero” y “terrorista”. Tras habérselo pensado mucho decidió volver a casa. Lamentablemente en aquel entonces desconocía que se pudieran presentar denuncias disciplinarias o que hubiese centros contra el acoso en instituciones públicas, y carecía de experiencia previa para actuar activamente contra la discriminación.
Cuando regresaba a su casa recibió un golpe aún más duro. En una estación de trenes fue controlado por unos agentes de policías. Observaron que la navaja que llevaba en su bolsillo no estaba debidamente cerrada y le hicieron pagar una buena multa por ello. Por fin llegó a su casa, encontrándose con su madre triste y desmoralizada. La frustración que sentía y el tiempo libre de que ahora disponía le llevaron a relacionarse a menudo con simpatizantes del extremismo violento. El primer paso en el camino hacia la radicalización violenta ya estaba dado.
Cuando 180° Wende encontró a Mustafá en el metro, todavía no era tarde para ayudarle a encontrar un lugar en la sociedad. Inmediatamente se activaron todos los recursos. Se le invitó a que participara en grupos de orientación y así es como conoció a otros jóvenes con problemas parecidos, lo que le ayudó a ver que no estaba solo. En esos grupos de orientación recibió asistencia de asesores de mayor edad. La experiencia laboral que había obtenido en los últimos años se pudo ordenar redactando un CV presentable y detallado que podría utilizar cuando se presentara a un trabajo. A petición de Mustafá, 180° Wende logró superar los obstáculos burocráticos necesarios y utilizó sus contactos institucionales para que pudiera obtener su título de bachillerato y, al mismo tiempo, finalizar un curso de formación técnica. También se habló con él de sus prejuicios y sus pensamientos.
Hoy día Mustafá ha dejado de tener una visión sombría del mundo. Vuelve a tener valor y dedica parte de su tiempo, además de seguir formándose, a ayudar a jóvenes en la red. En el caso de este joven, el giro de 180 grados se ha podido conseguir. En agosto empezó el nuevo año escolar muy motivado. 180° Wende seguirá ofreciéndole un lugar al que poder acudir con sus problemas e inquietudes.
Esta vez, como sociedad, hemos vuelto a ser afortunados. Pero hay muchas más historias como la de Mustafá. En los tres últimos años hemos ayudado a más de 900 jóvenes, hemos asesorado a familias y hemos prestado asistencia a colegios. Aun así, todavía queda mucho por hacer. 180° Wende también tiene que seguir desarrollándose para contribuir a cambiar la sociedad de manera más amplia y mejorar la concienciación y asistencia activas.
La sociedad en la que vivimos la hemos creado nosotros mismos. No podemos permanecer cruzados de brazos. Debemos luchar activamente por los valores que defendemos. No podemos dejar solos a los jóvenes. Por eso se nos necesita a todos ahora más que nunca.
Mimoun Berrissoun es director de la iniciativa 180° Wende.
180° Wende ha ganado varios premios por su enfoque innovador, el más reciente de ellos en junio de 2015, el premio nacional “startsocial” bajo los auspicios de la Canciller Federal Angela Merkel. Es miembro de la RAN (Red para la Sensibilización frente a la Radicalización) de la Comisión Europea. Para más información consulte www.180gradwende.de
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