Por Leonid Kalashnyk
El año pasado se conmemoró en todo el mundo el 30º aniversario de la peor catástrofe nuclear de la historia de la humanidad. La explosión, el 26 de abril de 1986, de la central nuclear de Chernóbil, situada en el norte de Ucrania (que entonces formaba parte de la Unión Soviética), lanzó a la atmósfera grandes cantidades de sustancias radiactivas contaminantes que se propagaron por amplias zonas de la parte occidental de la Unión Soviética y Europa, y que afectaron las vidas de millones de personas y lo seguirán haciendo durante los años venideros.
Hacer frente a las consecuencias del accidente de Chernóbil ha exigido ingentes esfuerzos por parte de los gobiernos implicados. La comunidad internacional, las ONG y las iniciativas privadas también han prestado una gran ayuda. Aun así, las consecuencias de la catástrofe todavía perduran. La radiactividad sigue contaminando algunas zonas de la región de Polesia, que se extiende por Ucrania y Belarús, e incluye partes de la Rusia occidental. Algunas evaluaciones realizadas, por ejemplo, por la Iniciativa sobre Medio Ambiente y Seguridad (ENVSEC), de la que la OSCE es miembro, indican que la región es vulnerable a las inundaciones, la sequía y los incendios forestales. Cada una de esas situaciones conlleva el riesgo de que la contaminación con material radiactivo residual se propague por amplias zonas, en detrimento de la salud humana, la economía y el medio ambiente. El cambio climático contribuye a agravar el riesgo. En una evaluación conjunta realizada por la ENVSEC en 2016, más de 200 interesados de Europa oriental concluyeron que Polesia era una de las zonas más vulnerables de esa área en cuanto a las posibles repercusiones del cambio climático.
Los Estados participantes tienen el firme compromiso de mitigar las consecuencias de la catástrofe de Chernóbil, como demuestran algunos compromisos políticos de alto nivel, incluida la Declaración Ministerial de 2005 sobre el vigésimo aniversario del desastre acaecido en la central nuclear de Chernóbil y la Declaración Ministerial de 2007 sobre Medio ambiente y Seguridad. A lo largo de los años, la Organización ha adoptado importantes medidas para llevar a la práctica esos compromisos políticos.
Reducir el riesgo de propagación de la contaminación debido a los incendios forestales
El año pasado la OSCE inició un proyecto para reducir los riesgos que suponen los incendios forestales en las zonas de Belarús y Ucrania afectadas por la catástrofe de Chernóbil para las comunidades, los bomberos y el medio ambiente. Los incendios en terrenos contaminados levantan los radionucleidos depositados en la vegetación y en los estratos orgánicos, que quedan flotando en el aire. Dependiendo de la dirección del viento y de otras condiciones atmosféricas, pueden ser transportados a grandes distancias, con riesgo de que afecten a territorios situados fuera del área afectada por la catástrofe de Chernóbil, lo que supone un peligro para bomberos y comunidades.
Recomendaciones para crear un sistema de intercambio periódico de información transfronteriza sobre gestión de incendios incontrolados en la Zona de exclusión de Chernóbil y sus alrededores, así como un sistema de respuesta conjunta para incendios forestales, son los resultados que se espera obtener del proyecto. Los expertos que participan en él también elaborarán directrices para bomberos acerca de la extinción de incendios forestales en las áreas afectadas, que incluirán actividades educativas para trabajar con las comunidades locales.
Este proyecto, financiado por Austria, Alemania y Liechtenstein, está siendo ejecutado por la OSCE, en colaboración con el Centro Mundial de Vigilancia de Incendios y con diversos organismos nacionales de Belarús y Ucrania. Se basa en el largo y fructífero compromiso de la OSCE de ayudar a los Estados participantes a reforzar su capacidad de gestión de incendios, especialmente en el Cáucaso meridional, y forma parte de un conjunto de proyectos que está llevando a cabo la OSCE en colaboración con Belarús.
Mejorar la concienciación medioambiental
En ese conjunto de proyectos iniciados el pasado año, hay otro que también es importante para Chernóbil. Su objetivo es fortalecer las funciones de los Centros de Aarhus a la hora de hacer frente a los retos medioambientales en Europa oriental. Esos Centros ayudan a los ciudadanos a ejercer su derecho a la información, la participación y el acceso a la justicia en lo relativo a cuestiones medioambientales, según lo dispuesto en la Convención de Aarhus. En la actualidad, la red de Centros de Aarhus, respaldada por la OSCE, cuenta con 60 Centros en 14 países, incluidos Belarús, Moldova y Ucrania, que son una herramienta eficaz para hacer frente a los retos relacionados con Chernóbil, ayudando a mejorar la concienciación de las comunidades acerca de los riesgos de los incendios forestales y de otros problemas medioambientales, y contribuyendo a reducir dichos riesgos.
Cartografiar los riesgos de la radiación
Dos de los proyectos antedichos se beneficiaron de la experiencia adquirida por la OSCE en un proyecto anterior, finalizado en 2015, cuyo objetivo era respaldar los esfuerzos de los organismos nacionales para proteger de forma más efectiva a su personal y a los habitantes de Polesia de los riesgos de la radiación. La OSCE, en estrecha colaboración con autoridades gubernamentales y expertos nacionales de Belarús y Ucrania, ayudó a registrar la contaminación radiactiva en las áreas afectadas por la catástrofe de Chernóbil, situadas a lo largo de la frontera entre Ucrania y Belarús. Como parte del proyecto, también se elaboró una normativa sobre seguridad radiológica para el personal de los organismos nacionales que trabaja en esas zonas.
Cooperación internacional ininterrumpida
Cuando el período pos-Chernóbil entra en su cuarto decenio, la cooperación internacional para mitigar las consecuencias del desastre debe continuar. El lugar donde se encontraba la central está sufriendo una transformación. El sarcófago construido tras el accidente, como medida temporal, se está integrando en una nueva estructura, el denominado “nuevo confinamiento seguro”, diseñado para aumentar la seguridad del lugar y permitir el desmantelamiento del antiguo sarcófago y la gestión de los residuos radiactivos que se llevaba a cabo allí. Esa tarea singular y ambiciosa, financiada mediante el Fondo para el sarcófago de Chernóbil y gestionada por el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo en nombre de los contribuyentes del Fondo, está previsto que finalice en 2017.
En una conferencia internacional titulada “Treinta años después de Chernóbil: De una situación de emergencia a una recuperación y un desarrollo socioeconómico sostenible de los territorios afectados” , organizada por el Gobierno de Belarús en Minsk en abril del pasado año para conmemorar los 30 años transcurridos desde el desastre, la comunidad internacional, incluida la OSCE, se reunió para examinar los progresos realizados y promover nuevas iniciativas para el desarrollo socioeconómico sostenible de los territorios afectados. Al hablar de las contribuciones de la OSCE en ese ámbito, el Coordinador de las Actividades Económicas y Medioambientales de la OSCE, Yurdakul Yiğitgüden, dijo que: “Chernóbil ha demostrado la importancia de la cooperación de la comunidad internacional para hacer frente a los riesgos y las consecuencias de catástrofes devastadoras. Hemos adoptado medidas concretas para llevar a la práctica sobre el terreno los compromisos políticos pertinentes”.
En diciembre, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó por consenso una resolución, promovida y preparada por Belarús, titulada “Consecuencias que aún perduran del desastre de Chernóbyl”, en la que se reconoce la necesidad de una cooperación internacional ininterrumpida en las zonas afectadas, bajo los auspicios de las Naciones Unidas. Dicha cooperación también puede contribuir a la aplicación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y del Marco de Sendái para la Reducción del Riesgo de Desastres 2015–2030.
La experiencia de hacer frente a las consecuencias del accidente nuclear de Chernóbil ha demostrado claramente lo importante que es para la comunidad internacional cooperar para hacer frente a los riesgos y las secuelas de catástrofes devastadoras. Mitigar los efectos a largo plazo del accidente de Chernóbil en las zonas afectadas seguirá siendo una parte importante de las actividades de la OSCE para fomentar el desarrollo sostenible en Europa oriental en los años venideros.
Leonid Kalashnyk es Oficial de programas medioambientales de la Oficina del Coordinador de las Actividades Económicas y Medioambientales de la OSCE.